LLEGAR TARDE PERO A TIEMPO 

Un texto atrasado sobre una historia atrasada de una obra atrasada. 

Hernán Pacurucu Cárdenas 

Bajo las dinámicas de un mundo -como el actual- conducido a la optimización matemática de recursos figurados, en donde la profesionalización, la exactitud y la puntualidad se transforman de por sí, en los valores imprescindibles de la ética neoliberal proyectados en el mundo de la moral financiera que nos gobierna, ser precisos, llegar a tiempo, y no cometer errores, se configuran como los designios venerablemente cardinales en la neo-religión del capitalismo salvaje. 

Visto así, llegar tarde es el sacrilegio más grande en el aforo inquebrantable de la validación substancial que se le hace a un erudito. Bajo este paraguas, el proyecto invisible de Arturo Cariceo presentado en Bienal Nómade, o más bien nunca presentado porque siempre llegará tarde, se vuelve primordial como fractura de las dinámicas del “constructo tiempo” afianzado como instrumento de poder para marcar el dispositivo esclavista injertado en forma de horarios, marcadores de tarjetas, registradoras, o controladores de asistencia.

Tiempo atrás, llegar tarde era el privilegio de los importantes, era el don de los aventajados, la novia llega tarde a su matrimonio, la quinceañera baja las gradas lo más tarde posible para que lleguen todos sus invitados, el discurso se retrasa para darle la tensión que se merece lo importante, esos eran tiempos antiguos, tiempos de finura de elegancia, hoy en día el tiempo es oro, es pecado hacer esperar, el tiempo del otro es sagrado, no porque lo sea, sino más bien porque eso se transforma en vil dinero, porque el sistema no puede aceptar que alguien pare el tiempo, a favor de un descanso, todo colapsa cuando el tiempo se frena, cuando esa máquina productiva y reproductiva se pone en pausa, la pausa es la peor forma de ataque al sistema, congelar en tiempo, -que es lo que hace la espera- es sin lugar a dudas, la manera más honesta de generar resistencia, resistir ya no es combatir, como en las épocas revolucionarias, resistir es no hacerle el juego al sistema, y congelar el tiempo en la espera, eso es ser subversivo, ser insurrecto y la rebeldía se paga.

El imaginario de una Latinoamérica que se le tilda de tercermundista se encuentra dada, por consolidar la figura exótica del retraso, Latinoamérica es retrasada, es impuntual, siempre llega tarde, los latinoamericanos somos ociosos, siempre estamos tarde a todo, por ello somos pobres, por impuntuales, porque no aprendemos de la hegemonía del occidente tipo reloj suizo, que como una máquina perfecta jamás se retrasa, los latinos siempre pagamos con retraso, siempre llegamos tarde y siempre somos impuntuales, no como los anglosajones que son matemáticos, exactos y profesionales, nosotros no somos profesionales somos salvajes, lo que nadie sabe, es que un latinoamericano cuando mira su reloj y ve que está llegando puntual, prefiere demorarse para llegar tarde y no ser puntual. (porque llegar a tiempo es ser tonto, es ser bobo, es ser gringo). 

Entonces, retomando a Cariceo, una obra atrasada mantiene siempre las tensiones de no poseer un final, de jamás concluir, pero tampoco logra concretarse, una obra atrasada se proyecta al infinito, en la simple promesa de que algún día llegará, y en esa tensión es en donde la obra importa en cuanto, está atrasada, en cuanto se transforma en ese anhelo de que pronto llegara, ahí está el ejercicio de obra de Cariceo, en la espera, en hacerle esperar al otro (al que espera), en ese instante de espera se configura por momentos -como flashes- la plenitud de la obra, para desdibujarse nuevamente a la espera de su llegada, de su concreción matérica, cuando jamás la tendrá, puesto que si la obra llegaría, se terminaría todo, sería el final ya que su máquina deseante se aboliría en pos de su forma física, de su final que es que llegue. 

Finalmente la importancia de la obra atrasada de Arturo Cariceo, en el proyecto “G 42 grados”, una Bienal que reflexiona sobre las identidades latinoamericanas, y sus imaginarios simbólicos, viene dada porque prefigura el mito latinoamericano del retraso, de la impuntualidad y finalmente de lo poco profesional, en relación a su esencia del ser, para a partir de evidenciar ese imaginario, desdibujarlo en su formato derridiano de deconstrucción, logrando hacernos la sólida pregunta de que llegar tarde a un evento tan importante como una bienal en donde todos se han preparado por meses o incluso años, se consolida como una manera de desarticular la esencia progresista (ganar ya sea económicamente o simbólicamente) que poseen los eventos en sus más profundas entrañas (espíritu modernista). Y en ese sentido llegar tarde a este evento, resulta en una extraña manera de llegar pronto en el interior de la discursiva de lo contemporáneo. 


Hernán Pacurucu Cárdenas es crítico y curador de arte contemporáneo, curador de Bienal Nómade y director académico del Congreso Internacional de Teoría, Filosofía y Crítica de Arte Contemporáneo.